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Volumen 10 || Número 2 || 2007
e I.S.S.N. 2255-3517 - I.S.S.N. 2254-2884
Editorial
MÂȘ Victoria Miranda Camarero
Editorial
 



Editorial

En diversos foros sobre la salud se pone de manifiesto, cada vez con más contundencia, el problema
creciente que supone la enfermedad renal en la población española.

Según el Instituto Nacional de Estadística España tiene una población de 44.708.964 habitantes, la
edad media de la población residente en España es de 40,0 años y la esperanza de vida está situada
en los 78,71 años de media.

En nuestra sociedad se han producido cambios importantes: el descenso de la natalidad y mortalidad,
el aumento de la esperanza de vida (transición demográfica), el desplazamiento en la prevalencia de
las enfermedades trasmisibles a las no trasmisibles, el incremento de las enfermedades crónicas con
sus secuelas y discapacidades, el movimiento migratorio actual en España, y finalmente el aumento de
los hábitos de vida no saludables.

La Organización Mundial de la Salud en 1999 ya señalaba que “el rápido aumento de las enfermedades
no transmisibles representaría uno de los desafíos más importantes del próximo siglo”.

Las enfermedades no transmisibles tienen factores determinantes vinculados al estilo de vida (tabaquismo,
estrés, alcoholismo, dietas no saludables, sedentarismo) que modificados preventivamente reducen
el riesgo de presentar episodios cardiovasculares, diabetes, obesidad, cáncer, hipertensión
arterial, dislipemias o enfermedad renal, por lo tanto, el campo de actuación del equipo de salud está
situado en la promoción de la salud y en la modificación de los hábitos no saludables.

Las estrategias de educación para la salud deben ir dirigidas a distintos grupos de población: la población
general, adulta e infantil en la que debemos centrar la promoción de hábitos saludables, evitando
así la aparición de factores de riesgo y la población que presenta factores de riesgo a tratar o
modificar y en los que se debe diagnosticar la enfermedad tempranamente.

En resumen el envejecimiento de la población, el cambio del patrón epidemiológico, junto a la cronificación
de enfermedades agudas y a que las personas que anteriormente hubieran fallecido por diferentes
enfermedades ahora pueden vivir muchos más años durante los que se añaden otras patologías,
son elementos relevantes en el escenario de la salud en nuestro país.

Los datos de la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (EDDES), recogidos
por el Instituto Nacional de Estadística (INE), revelan que 19 millones de españoles padecen enfermedades
crónicas, independientemente de si son tratadas o no. De ellos, entre cinco y siete millones
de personas reciben asistencia de forma sistemática y continua, aunque hay un gran número de enfermos
que no acuden a recibir asistencia sistemática y que incluso no están en tratamiento alguno.

Otros aspectos importantes a considerar, en esta reflexión, son el autoconsumo de medicamentos sin
prescripción médica o asesoramiento farmacéutico, el incumplimiento terapéutico, el aumento de pacientes
polimedicados, la insuficiente información de los ciudadanos sobre las posibles interacciones
de los medicamentos entre sí y la idiosincrasia de cada individuo ante los efectos adversos e indeseados
de los mismos, todos ellos conducen al aumento de la producción de efectos nocivos derivados de
la mala utilización de los medicamentos. Como consecuencia se produce el correspondiente ingreso en
urgencias de los centros hospitalarios sanitarios por errores en el consumo de medicamentos y, como
primera causa, por la dosificación incorrecta, llegando a suponer en España el 2,2 por ciento de los
ingresos en urgencias.

De cara a estimar el aumento de la demanda de servicios sanitarios en España es necesario tener en
cuenta no sólo los cambios demográficos, sino también la innovación tecnológica (nuevas técnicas y
medicamentos), el uso de las nuevas tecnologías, la modificación de las expectativas ciudadanas y la
“medicalización” de los procesos vitales, todo ello ha acrecentado el nivel de exigencia de las prestaciones
en cantidad, calidad y diversidad.

Es evidente que un paciente informado y protagonista principal de su enfermedad afrontará mejor su
patología, asumirá sus autocuidados, se adaptará y cumplirá mejor su tratamiento y será a su vez una
persona activa, exigente y participativa en el proceso de su enfermedad.

Los individuos y las comunidades necesitan información y asesoramiento para aumentar su responsabilidad
sobre su salud y su autocuidado, el papel de la enfermera/o es fundamental en este campo ya
que es un agente educador y entrenador en conductas, actitudes y hábitos.

La intervención enfermera en la educación para la salud debe propiciar la autonomía de la persona en
sus cuidados, aportar la información necesaria para que sea capaz de tomar decisiones respecto a su salud,
enfermedad y tratamiento de la misma, tener una relación de ayuda en el proceso de adaptación a
la enfermedad y poner al alcance de la persona todos los recursos sanitarios y sociales de los que dispone.
La Enfermedad Renal Crónica representa uno de los principales problemas de salud pública del siglo
XXI, tanto por su elevada prevalencia, como por su importante morbimortalidad cardiovascular. En
el año 2005, más de 40.000 personas en España estuvieron en tratamiento renal sustitutivo y se estima
que esta cifra crecerá al menos en el 50% en los próximos 10 años por todos los aspectos anteriormente
dichos.

Los grupos de más alto riesgo de desarrollar esta enfermedad y sobre los que deben centrar su mayor
atención el equipo sanitario los constituyen los diabéticos, los hipertensos y las personas mayores.
Ante los datos comentados parece necesaria la puesta en marcha de un programa de salud renal que
implique a todas las estructuras y niveles sanitarios.

El realizar un programa de salud renal requiere recursos humanos y económicos suficientes para llevarlo
acabo y el compromiso de los profesionales junto a la coordinación y formación de los mismos tanto
en Atención Primaria como en Especializada, es decir, el programa de salud renal debe hacer
sostenible la asistencia integral de los pacientes con posibilidad de sufrir enfermedad renal y de los que
ya la sufren, teniendo en cuenta sus aspectos físicos, psicológicos, emocionales, sociales y culturales.

Forzosamente se trata de una atención individualizada, continuada e integrada, interrelacionando los
elementos de promoción, prevención, tratamiento, rehabilitación y reinserción social coordinando funcionalmente
las estructuras y niveles del sistema sanitario y garantizando a la persona la continuidad
de cuidados.

Recapitulando, el objetivo que debemos perseguir es el de mejorar, en este caso, la salud renal de la
población española promoviendo la educación para la salud y los hábitos saludables, suscitando la integración
de los cuidados de salud renal en los centros de Atención Primaria y de Especializada, detectando
precozmente la enfermedad renal en las poblaciones de riesgo y optimizando el cuidado de
los pacientes en todas las etapas de la enfermedad renal.

Mª Victoria Miranda Camarero
Vocal de Docencia

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