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Volumen 11 || Número 1 || 2008
e I.S.S.N. eISSN: 1988-8864 - I.S.S.N. ISSN: 1139-1375
Editorial
Dolores Andreu-Periz
Editorial
 



Editorial

La Organización Mundial de la Salud hace tiempo que alerta sobre el problema que plantea la falta
de enfermeras, escasez que, aunque más grave en sociedades en vías de desarrollo, afecta a todos los
países. En la última conferencia del Consejo Internacional de Enfermería se trató en profundidad
este tema, que preocupa por las grandes repercusiones que tiene sobre la salud de las personas. En
nuestro país son frecuentes las denuncias de los sindicatos, colegios profesionales y de los usuarios
ante la suspensión de actividades asistenciales por falta de enfermeras, que se agrava, cuando estas
actividades requieren de conocimientos muy específicos dentro del marco profesional.

Muchos son los factores que influyen en esta situación: horarios que incluyen turnos de noche y guardias
que dificultan conciliar vida familiar y profesional, falta de estabilidad laboral y retribuciones
económicas que están por debajo de las aspiraciones que razonablemente podría generar una
profesión tan compleja y necesaria para la sociedad como la nuestra. Para complicar la situación,
desde hace unos años, se produce una fuga de recién titulados hacia países como Inglaterra o Italia,
que ofrecen mejores condiciones laborales y el atractivo de emprender una pequeña aventura. Por
otra parte, las nuevas generaciones tienen expectativas diferentes a las de las que nos iniciamos en la
profesión hace años, quieren vivir mejor, tener tiempo libre y no comprometer en exceso su vida personal.

En el mundo de la nefrología la situación se agrava, porque para poder ofrecer una atención integral
al paciente renal, se ha de disponer no sólo de una excelente formación enfermera de base, también
se han de dominar conocimientos técnicos y habilidades que requieren de una compleja formación post
básica teórica y práctica. Es cierto que la enfermería nefrológica se caracteriza por una gran
fidelidad a su puesto de trabajo, pero el incremento de pacientes, las sustituciones habituales y el ya
cercano relevo generacional de muchas de nosotras, está generando problemas imposibles de
resolver, por mucho esfuerzo que le dediquen los responsables de las unidades.

La solución no será fácil, la de buscar profesionales de otros países no parece la mejor, ya que,
además de la necesaria titulación y de conocer la “técnica”, es imprescindible que las personas que
atienden a un enfermo renal, sean capaces de educarlo, de acompañarlo y de protegerlo. Para esto,
han de ser partícipes de su cultura y además han de saber adaptarse a un ritmo de trabajo muchas veces
agotador. Las autoridades sanitarias tendrán que entender que han de mejorar las condiciones de
trabajo de la profesión y por una parte primar la experiencia y dedicación, pero además ofrecer
contratos que resulten más atractivos para las nuevas incorporaciones. Las sociedades científicas, los
usuarios y cada profesional, aunque sea a título individual, tenemos que luchar para que no se deteriore
la calidad de los cuidados que con tanto esfuerzo hemos conseguido.

Lola Andreu
Directora

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